Mi primer matrimonio duró siete años.
Con mi actual pareja, Tito Awe, nos conocemos desde chicos, éramos amigos del barrio, pero nunca fuimos enamorados. Nos reencontramos después de mi separación y de una relación larga que él vivió.
Yo no quería saber nada después de siete años de matrimonio (de los cuales seis fueron trabajar con Nubeluz, en los que no tenía fines de semana). Quería vivir lo que no viví en esa época. Y apareció Tito y fue increíble porque no teníamos nada que aparentar. Cuando uno empieza una nueva relación o conoces a alguien, empiezas a posar, a poner tu lado más bonito, tu ángulo. ¡Qué flojera! En este caso no era así; era magnífico, porque él ya me conocía y yo a él. Así que retomamos nuestra amistad y nació una relación más madura. Ya sabíamos lo que no queríamos repetir, sabíamos que no éramos perfectos y que íbamos a cometer errores, pero decidimos intentarlo. Y ya vamos a cumplir 19 años juntos… toda mi vida he estado casada [suelta una carcajada].
Tito tiene todo lo que yo no tengo. Es bastante estable, un hombre calmado, es muy mental. Él me da el balance que a veces necesito y yo le doy esa intuición que a veces le falta. Es un excelente papá.
¿Cómo mantienen una buena relación después de tantos años?
Los dos hemos trabajado mutuamente. Hace cuatro años tuvimos una crisis fuerte. Falleció mi hermano mayor [se emociona], el que me antecedía, murió de cáncer a los 51 años, y me dije: no hay forma de que me conforme con la vida que tengo. No hay forma de que la vida quede aquí, algo de esto me tiene que servir… Y empecé a ir al psicólogo, quería un especialista hombre para que me haga entender a mi pareja. Teníamos una vida de viejitos de 80 años. Nos llevábamos bien pero como patas. Y de la nada le solté el rollo y le dije: «yo ya no quiero seguir más con esta relación, no sé si es costumbre. De que te quiero, te quiero, pero…».
Casi se muere. No teníamos ningún problema. Vivimos nueve meses juntos pero separados, porque no se quiso ir de la casa, pero fue lo mejor. Él fue a terapia, buscó la forma de solucionar sus problemas, porque no se trataba de nosotros sino de cada uno. Y nos hizo muy bien.
En los matrimonios hay crisis pero hay que sobreponerse. Y buscar momentos para estar a solas, tratar de viajar solos de vez en cuando. Cuando hay hijos uno trata de andar más tiempo con ellos, pero mientras los hijos te vean bien con tu pareja es el reflejo de lo que ellos van a asumir y a aprender.
Fuente: Viu del 4 de enero 2015, págs 6 a 11.
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