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jueves, 30 de noviembre de 2017

EL PELIGRO DE QUERER SIN QUERERSE UNO MISMO

Si yo no sé cómo quererme bien, cuidarme y respetarme a mí mismo, ¡cómo espero saber cómo querer bien, cuidar y respetar a alguien más!
Si yo me quiero a mí mismo y a mi cuerpo, yo no haría cosas para dañarme, agredirme o lastimarme a mi mismo. Por ejemplo: si me quiero saludablemente, yo no me cortaría las muñecas (u otras agresiones físicas) y menos lo haría a otra persona.
Si no me gusta que me insulten, evitaré insultar al otro.
Si me quiero lo suficiente, no permitiría que ingresen personas tóxicas a arruinar mi vida que tanto me ha costado cuidarla.
Muchas veces, influye la parte genética (la mayor o menor cantidad de neurotransmisores cerebrales y sus respectivas sinapsis o interconexiones), el entorno en el que uno ha sido criado (valores, modelos y enseñanzas transmitidos por padres, madres, familiares, etc.) y la personalidad (la forma de ser) única de cada individuo. 
Cuando una persona está saludable mental y emocionalmente, suele estar más consciente y puede detectar (o darse cuenta) cuando alguna conducta es tóxica, enfermiza, patológica, dañina, perjudicial, poco saludable.
Por ejemplo, las personas con problemas de adicción y/o trastornos psicológicos, por lo general, no suelen estar conscientes de (ni suelen aceptar) que tienen un problema, un exceso o una enfermedad.
Los psicólogos y psicoterapeutas tenemos la labor de empoderar a las personas para que pueden lograr por ellas mismas su crecimiento y madurez mental, emocional, psicológica e incluso espiritual como personas saludables para sí mismas, para su familia, para la sociedad y para el mundo.
Si las personas aprenden a amarse a si mismas saludablemente se les facilitará hacerlo con las demás personas, sus familiares, colegas de trabajo, compañeros de estudios, vecinos, conocidos y población en general.